dilluns, 17 d’abril del 2017

Septem XIII


Gaius. Ese es el nombre de mi prometido. Y parece que pronto dejará de ser un desconocido para mi, ya que papá está ansioso de que lo conozca. Honestamente, yo no lo estoy tanto. Todos dicen que me caerá bien, que se nota a kilómetros de distancia que debe ser un chico de lo más majo. Sin embargo, sé perfectamente que solo lo dicen para tratar de que no me sienta tan mal. Cosa que todavía no han conseguido. En fin. Sé que llevo mucho tiempo sin escribir, pero es que, sinceramente no me apetecía, aparte de que no he tenido mucho tiempo. Últimamente he estado ayudando a mamá con los preparativos para la fiesta aquella de la que os hablé y, por supuesto de mi cumpleaños. Y cómo habréis podido deducir, mi tiempo para escribir se ha reducido muy notablemente. Mañana comenzarán los banquetes para la gente noble. Sí, digo para la gente noble porque sus banquetes no se asemejan en nada a los nuestros. Mientras que ellos utilizan la noche para celebrarlo a lo grande, mi pueblo utiliza el medio día. Los nobles se acomodan en sus lechos, junto a sus esposas y un desdichado esclavo se encarga de nombrarlos para indicarles su sitio y de traer la comida. Es decir, de cumplir todas y cada una de sus peticiones. En cambio, mi pueblo se pasa el día bailando, comiendo y pasándolo bien juntos. Puede que esa sea una de las razones por las que Domitius odia tanto este tipo de celebraciones. Una vez los nobles terminan la cena, comienza la commissattio, una especie de borrachera protocolaria que consiste en beber las sucesivas copas de un trago siguiendo las instrucciones de la persona que los preside. Vamos, a mi parecer, una absoluta tontería. Nunca he estado en un banquete noble, pero apostaría lo que fuera a que los de mi pueblo, todos juntos en familia, son muchísimo mejores.

Herennia ❤


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